Durante estos últimos años me ha tocado durante 14 años trabajar proyectos de cooperación al desarrollo con entidades públicas, a través de la cooperación descentralizada, acudiendo a subvenciones públicas, desde el lado de las ONG. Y en los últimos 8 años he acudido con algunas organizaciones, como consultor externo; es por ello, que viendo la percepción diferente que me toca ahora quisiera hacer una consideración ante la queda de las diferentes ONG con las que trabajamos.

En España durante muchos años se ha podido trabajar en todas las comunidades, presentando a subvenciones públicas a cualquier otra comunidad, aun sin tener delegaciones en otras partes. Con la crisis económica que hemos sufrido desde 2008 se han ido recortando las ayudas, y limitando la cooperación descentralizada para trabajar en cada comunidad, fortaleciendo y apoyando las organizaciones que están situadas en cada comunidad y que realiza actividades en sus localidades. Es un gran apoyo el que se da a las ONG, especialmente para ONG más pequeñas, que les permite poder trabajar proyectos de menor envergadura y de gran impacto. Otras organizaciones tienden a no presentarse a este tipo de ayudas, por las cantidades tan bajas de presupuesto. Lo ideal para una buena cooperación sería poder conseguir proyectos más grandes, de más impacto, agrupando las subvenciones para que sean cantidades importantes, y quizás, reduciendo el número de proyectos que se conceden cada año.

Es una ayuda si las entidades públicas, los financiadores públicos van en la misma dirección de la cooperación, si realmente creen en la cooperación y trabajan de la mano de las Coordinadores de ONG y de las Organizaciones No Gubernamentales. Pero a veces vemos que el apoyo de estos Ayuntamientos y otras entidades es más de buscar una buena imagen, de hacer una labor de fiscalización y de agobio burocrático, que en nada ayuda a la cooperación. En muchos casos estas entidades no disponen de técnicos especialistas en cooperación, y por eso no se dispone de una calidad técnica real en los proyectos; no hay una manera objetivo de medir los proyectos y se tiende a repartir equitativamente. A veces es desanimante para los técnicos de las ONG, muchos de esas personas actuando como personal voluntario y no se les tiene en consideración el trabajo que realizan. Por poner un ejemplo, el otro día en un pleno de un Ayuntamiento de Navarra se hizo una exposición de proyectos ante los concejales, y además de notar que no se han leído los proyectos, la actitud de algunos concejales deja mucho que desear, comiendo durante los plenos o no mostrando el mínimo respeto.

Creo que es momento de evaluar, en la línea de la Declaración de París de 2005, poder trabajar con una mayor eficacia, trabajando en la misma dirección para conseguir que el impacto de los proyectos de cooperación sean cada vez mayor, teniendo personal capacitado en el sector, y dejándose aconsejar por los profesiones en estos temas, que pueden determinar la necesidad de cambiar las bases de algunas convocatorias o reducir el número de trabas burocráticas que no ayudan en nada a un buen trabajo en la cooperación al desarrollo. Los requisitos necesarios para una buena transparencia pueden ayudar, pero se puede trabajar de manera consensuada entre entidades, para evitar la pérdida excesiva de tiempo y enfocarse en lo importante: llegar al destinatario final, a los titulares de derechos, que son las personas que recibirán las ayudas de cooperación.

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